El 3 de noviembre se fue entre sueños mi abuela Pepita. Tenía 95 años, fue una gran señora, una gran abuela y sobre todo una amiga para mí :)
Su recuerdo se fue soñando quizás paisajes de infinitos azules tan salados como el alma mediterránea que transpiraba en sus gestos, que podías oler casi a través de los reflejos en sus pupilas marinas. Ahora su recuerdo es marino nos sonríe Impregnado como suave arena, lo llevamos todos y cada uno de los que la conocimos y la disfrutamos en vida.
Gracias Yaya, por todo.
A Pepita
En este día gris de sonoro silencio
el arco iris se nos nubló hasta herir
los límites de nuestro entendimiento.
Día furioso, latiendo a fuego,
como también impregnó su vida en mí:
una melodía imborrable.
En el día en que se fue
también lloró el cielo
y la tierra absorbió todo su dolor.
Percibo como si su esencia acariciara,
saboreando aun los ecos de la palabras
que fue dejando como suaves surcos.
Recogiendo todas las lágrimas
de los restos del naufragio
seremos afluentes que derivan
para llevar su barca de vuelta al mar.
Para mí,
Decir adiós para siempre cuesta,
cuando se trata de una gran amiga.
Pero está será una despedida
con esencia de libertad
que no admitirá ni tristeza ni dolor.
Con su ausencia recorriendo
mis sentidos sin control,
tras este día recogeré su legado
y aunque tras algunas lágrimas más
el tiempo sumará los recuerdos,
sumará la experiencia, el cariño,
sumará la entrega, la amistad
y sobre todo...
Sumará su amor como un lazo elástico
que camina hacia el infinito.
Granada, 3 de noviembre de 2011 © Tila
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