sábado, 15 de noviembre de 2014

Lejos

Lejos,
atravesando las puertas,
en la cuna del Segura,
impresionantes vibran
verdes y frondosos parajes.
Se abren platónicas mis pupilas
y entona el paisaje vivo
un majestuoso rumor oceánico.

Donde su huella descansa
mi huella va errante.
Dejé caer como hojas
el equipaje en el camino,
a lomos de una alfombra
de otoño enajenado.

Con el fuego casi en la piel
la danza de las llamas
rehuían la tristeza y el desdén
lanzando al cielo los deseos,
como estrellas fulgurantes.

Asomados al universo
el agua embalsada era,
un enorme animal apaciguado.
Deliraban en la retina los colores
trinando el azul cielo, el ultramar,
convenientes turquesas, violáceos,
ciertos amarillos, cerúleos, tornasolados…

Paraíso donde no alcanzan
los aullidos de la civilización.
Donde se hace inmortal el momento,
donde hiberna tu animal de asfalto,
abandonando hasta tu propia sombra,
para que nadie siga nuestro rastro
en este balcón de sueños infinito.




T. Granada 29.10.14

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